Lo encontramos en la carretera de Rianxo a Noia, tumbado en una cuneta en el medio de la nada. Suponemos que alguien lo dejó allí para que se muriese de hambre, atropellado o comido por otros animales, porque no hay casas ni nada de nada en varios kilómetros a la redonda. Debía llevar tiempo allí porque es un saco de huesos y se veía desesperado. El pobre se asustó al acercarnos y cruzó la carretera pero no fue muy lejos, se tumbó a la entrada del monte maullando desesperado, pero no tardó en acercarse en busca de mimos. Es claramento un gato casero, acostumbrado a estar con gente, y que a pesar de todo lo que tocó sufrir en su corta vida no guarda ningún rencor a los humanos.
Cuando lo recogimos tenía unos cuatro meses y no puede ser más cariñoso ni más agradecido, es un gatito adorable que lo único que quiere es que lo achuchen
Ahora toca alimentarse bien e ir ganando peso poco a poco. Despúes de tres días con nosotros por fin empieza a notársele algo la barriguita.